lunes, abril 30, 2007

Cuanto duele el progreso.

Cuanto duele el progreso. No solo porque perfila el pasar de los años. Además porque hace que cada vez te sientas mas vencido por lo nuevo. Y a veces, simplemente, porque hace desaparecer las cosas que creías incambiables, imperecederas, eternas...

Esta es una foto de los 70's de la casa de mis abuelos. Un cortijo, una huerta cerca del centro. Allí ha vivido parte de mi familia durante más de 100 años. Allí han sucedido nacimientos, bautizos, comuniones, bodas, defunciones, fiestas por los bueno y duelo por lo malo. E incluso, según lo que me han contado, la guerra se libro en su placeta. Acontecimientos nada relevantes, pero que crean del pasar de la vida. Con los problemas y las glorias de toda casa. Allí siempre había cebada, paja, jamones y chorizos. Acelgas, cebollino, espinacas y pepinos. Mulas, conejos, gallinas, cabras, gatos y ratones. Miles de historias que han forjado el pasado de mi familia y por lo tanto el mío también.

Ahora todo eso son ruinas. Jamás pasará algo en ese lugar que afecte a mi familia. Ahora es el turno de otras familias en casa adosadas, un parque, o lo que sea. El progreso manda, y una huerta en la ciudad no va con los tiempos. No es cuestión de especulación o de urbanismo. Simplemente fuera el que fuera lo aprovecharía y lo cambiaría. Y eso duele. Y es interesante que me duela más por los que ya no están que por mi mismo.


Sea lo que sea, no dejará de dolernos que jamás será lo que fue para nosotros. La casa de mi familia. Siempre encalada y con las ristras de pimientos colgadas de la fachada. La parra y la pila en la placeta. Los gatos esperando las sobras y la azada en la puerta de la cocinilla. La lumbre y el caldero. Un saco y las guitas debajo del castaño. La huerta.

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