jueves, agosto 09, 2007

Una de viajes



Viajar siempre viene bien. Y desde luego se aprende mucho. A defenderse de la propia torpeza porque lo demás... lo demás está muy pensado.

En mi reciente viaje a Darmstadt he comprobado que en Alemania es muy difícil perderse. Desde el día en que compras el billete, en mi caso un Martes, te dicen que número de tren tomarás, en que andén, hora de salida, hora de llegada. Pero no solo del que parte de donde estás, sino de los diferentes transbordos que tienes que hacer. Y con un único billete! Tanto para la ida como para la vuelta! En fin, si te pierdes es porque quieres.

Luego hay curiosidades varias. Por ejemplo, que se puede fumar en los vagones habilitados para tal efecto. Joder, en España casi no te dejan fumar en la calle. Ahora bien, si habéis tenido ocasión de viajar en un vagón con otras 40 personas, todas ellas fumando- y mira que yo soy vicioso del tabaco- entenderéis porque no lo recomiendo. A los que no lo habéis vivido, imaginar esas discotecas a las 3 de la mañana, donde te pican los ojos y te cuesta respirar. Peor! En este viaje me he dado cuenta también de que hay gente que piensa por ti en casi todas las cosas. Una de las mas impresionantes es que cada vez que se paraban el tren. Cuando se abría la puerta del vagón se abrían el resto de puertas, las que separan los compartimentos, las de los privados... todas. supongo que a alguien le pagarían para que pensará que podría facilitar el transito de gente en los excasos minutos que duran las paradas y se le ocurrió conectar todas las puertas. Otra cosa que me molo mucho es que en el ICE- inter city express- que unía Stuttgart con Frankfurt alcancé la mayor velocidad por medio terrestre que jamás he tenido. Fue ese momento cuando levante la mirada y en la pantalla aparecía 224km/h. Volao!

Pero sin duda lo mejor del viaje son los paisajes. No se como se sentirá un alemán viajando por medio de Granada o de Almería, todo tan seco. Pero a un granadino viajando por media Alemania se le llenan los ojos de verde. Campos de cebada, trigo y panizo- maíz en bastetano-. Los ríos, los lagos- cisnes incluidos-, esas iglesias de afiladísimo campanario. Y sobre todo, impresiona, te transporta a las páginas de un cuento, esos tejados puntiagudos. Casas con torretas y áticos de hasta 4 pisos. Las decoración de madera a franjas en las fachadas, tan típica. Y muy especialmente las grandes casas. En todos los pueblos hay al menos una. Sin serlo parecen redondas, como un bollo. Ojalá estuviera alguna de mis arquitectas cerca para que me lo explicase.

Bueno, que bonito es viajar.

No hay comentarios: