Mi amigo Javier es guay. Es lo que toca. Este fin de semana me quedo en su casa, y se ha enfadado porque al enseñarle el blog no sale ni una pequeñita referencia a su persona. Así que, si quiero dormir aquí esta noche, tenía que escribir algo sobre él. Ya que lo hago, lo voy ha hacer bien.
Javier y yo nos conocimos hace mucho mucho tiempo. Eramos niños, y nuestro primer encuentro no vaticinaba una buena relación. Yo colé su balón nuevo en el tejado del instituto, y el me rompió una rueda de la bici como represalia. Ciertamente no fue un buen comienzo.
Después coincidimos en las clases de Voley, y poco a poco nos fuimos conociendo. Después coincidimos en el Instituto y allí empezó a convencerme de que fui un cabrón al colarle su balón nuevo. Después empezamos a salir juntos, a jugar juntos y a compartir muchas cosas. A esas edades, de los 15 a las 20, todas las cosas que haces son nueva, apasionantes y parece que nadie antes las haya vivido. He de reconocer que Javier siempre estuvo allí. Ayudándome, pero sobre todo animándome, que es igual de importante.
Después vino la época de la Universidad. Y compartimos piso, e incluso dormitorio. Aprendimos incluso que los mejores amigos no tienen porque vivir juntos. Y si ahora reflexiono, no me imagino con quien mejor podría haber compartido el pasado y con quien mejor afrontar el futuro. No es perfecto pero, quién lo es? Yo soy un MEGASOSO...
En fin, todo el que tenga un amigo de verdad sabe lo imprescindible que es. Y él, ingrediente fundamental de tu vida, te enseña, te desespera, te ayuda, te decepciona, te come la cabeza o te abre las puertas de su casa como si fuera tuya-en el sentido más literal de la palabra-, pase lo que pase y sea como sea. Así es mi amigo. Aunque tenga que bajarle la basura antes de irme, siempre tiene un momento para mí. No empezamos bien, pero hemos terminado de cojones. Te quiero Javier.
Javier y yo nos conocimos hace mucho mucho tiempo. Eramos niños, y nuestro primer encuentro no vaticinaba una buena relación. Yo colé su balón nuevo en el tejado del instituto, y el me rompió una rueda de la bici como represalia. Ciertamente no fue un buen comienzo.
Después coincidimos en las clases de Voley, y poco a poco nos fuimos conociendo. Después coincidimos en el Instituto y allí empezó a convencerme de que fui un cabrón al colarle su balón nuevo. Después empezamos a salir juntos, a jugar juntos y a compartir muchas cosas. A esas edades, de los 15 a las 20, todas las cosas que haces son nueva, apasionantes y parece que nadie antes las haya vivido. He de reconocer que Javier siempre estuvo allí. Ayudándome, pero sobre todo animándome, que es igual de importante.
Después vino la época de la Universidad. Y compartimos piso, e incluso dormitorio. Aprendimos incluso que los mejores amigos no tienen porque vivir juntos. Y si ahora reflexiono, no me imagino con quien mejor podría haber compartido el pasado y con quien mejor afrontar el futuro. No es perfecto pero, quién lo es? Yo soy un MEGASOSO...
En fin, todo el que tenga un amigo de verdad sabe lo imprescindible que es. Y él, ingrediente fundamental de tu vida, te enseña, te desespera, te ayuda, te decepciona, te come la cabeza o te abre las puertas de su casa como si fuera tuya-en el sentido más literal de la palabra-, pase lo que pase y sea como sea. Así es mi amigo. Aunque tenga que bajarle la basura antes de irme, siempre tiene un momento para mí. No empezamos bien, pero hemos terminado de cojones. Te quiero Javier.
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